SOBRE LA INMIGRACIÓN EN EUROPA



Resultado de imagen para refugiados sirios

SOBRE LA INMIGRACIÓN EN EUROPA

MYRIAM REDONDO
Los primeros refugiados desembarcados en los Balcanes en el verano de 2015 fueron recibidos en Alemania con un movimiento de solidaridad masivo que se resumió en la etiqueta de Twitter #RefugeesWelcome (bienvenidos refugiados). Fue algo excepcional, porque a los desplazados internacionales anónimos les suele recibir el extrañamiento.
Los anglosajones llaman othering al proceso que convierte a un subgrupo de la población en los otros, seres diferentes y por tanto no sujetos a las mismas necesidades, anhelos y derechos del conjunto. En el peor de los casos esta visión justifica la discriminación política y social, porque al otro, además de distinto se le suele considerar menos capaz, digno o estimable; en el mejor, supone un distanciamiento psicológico basado en prejuicios y estereotipos sistemáticos. En el caso de la inmigración, hasta sociedades que se consideran a sí mismas generosas y abiertas pueden mantener esa actitud de ajenidad, como han observado Christopher Olsen, Rowan El-Bialy, Mark Mckelvie, Peggy Rauman y Fern Brunger analizando el caso de Canadá (2014).
El extrañamiento empieza con la terminología. Las ONG critican el uso indiscriminado del vocablo inmigrante porque deja a los refugiados (cuya vida corre peligro por persecución basada en motivos como la raza, la religión o la política) sujetos a la caridad y no a los derechos que adquirieron con la Convención de Ginebra de 1951. En este texto no será posible tampoco respetar esa distinción: el término inmigración es el que suelen emplear las entidades de sondeo por ser el de uso más generalizado entre los ciudadanos. Por otra parte, muchos se preguntan por el sentido de la clasificación migratoria actual cuando se presencian cada vez más “flujos mixtos”. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) los describe como desplazamientos de naturaleza irregular, factores de origen variado y diferentes perfiles involucrados (refugiados, demandantes de asilo, migrantes económicos o medioambientales, etcétera).
Una de las principales imágenes que acompaña a los desplazados internacionales es su relación con el crimen. Una encuesta de la primavera de 2014 realizada por el Pew Research Center en Francia, Reino Unido, Alemania, Polonia, España, Grecia e Italia mostraba que una mediana del 36% de los consultados les relacionaba con la comisión de delitos. Grecia era el único Estado donde más de la mitad atribuía más actividad criminal a los inmigrantes que a otros grupos (el 51%, frente al 48% de Alemania, el 45% italiano, el 36% francés, el 25% español, el 21% polaco y el 20% de Reino Unido). Los encuestados de ideología conservadora expresaban en todos los países mayor apreciación del vínculo inmigrantes-delito.
Boko Haram y Daesh son los grupos que mayor número de víctimas han provocado en los últimos años en el mundo (Global Terrorism Index, 2015) y eso refuerza la visión del islam como un punto más de la línea de alarma: “La inmigración conlleva crimen; el crimen de los inmigrantes musulmanes puede ser el terrorismo”. Esta suposición olvida que muchos de los propios desplazados huyen del extremismo islámico. En el informe Global Attitudes Survey del Pew Research Center (primavera de 2015) la preocupación por este extremismo era superior en los países occidentales analizados (52%) que en los de población musulmana, pero también en estos segundos era elevada (42%). Tras los atentados de París, el mismo centro de investigación liberó otros datos según los cuales desde Nigeria hasta Indonesia pasando por Jordania, la opinión de varios países analizados con población musulmana significativa era contraria a Daesh. Temer al islam en su conjunto sin atender a estos matices entronca con lo que el académico palestino Edward Said, impulsor de la concepción de “el otro”, llamó orientalismo (1978): Occidente se ve a sí mismo como fuerte, racional y fiable, mientras percibe generalmente a los pueblos islámicos como débiles, irracionales y de poca confianza.

Inmigración y seguridad
Sucedió en Estados Unidos y no en Europa, pero merece la pena contarlo: en septiembre, un adolescente musulmán fue detenido por fabricar un reloj casero que sus profesores confundieron con una bomba. Los tuiteros convirtieron su defensa en debate global con la etiqueta #IStandWithAhmed (yo apoyo a Ahmed).
La mayoría de los refugiados que han llegado a los Balcanes durante el verano de 2015 son sirios; en cuanto a los flujos continuos de África a Europa, si no parten de países musulmanes atraviesan algún Estado musulmán. Según cómo se informe a la ciudadanía de que uno de los terroristas islámicos llegó hasta París vía las rutas migrantes del mar Egeo puede intensificarse más o menos el temor preexistente. El contexto es necesario: los propios terroristas dejaron pistas de esa ruta a través de un pasaporte falso encontrado en el lugar del atentado. Daesh lleva meses produciendo vídeos contra los refugiados, a quienes considera traidores. Algunos se pueden consultar en el blog del periodista Alberto Sicilia (principiamarsupia.com).
En su informe de 2014, Transatlantic Trends: Mobility, migration and integration, realizado sobre 11 países europeos, EE UU y Rusia, la German Marshall Fund reflejó cómo la percepción de la migración estaba influenciada por los orígenes e identidades de los desplazados. En 2010 solo un 33% de los europeos creía que los musulmanes se integraban bien en su sociedad, mientras el porcentaje ascendía al 42% cuando la pregunta se refería a inmigrantes en general. España era el país con mayor variación porcentual, del 21% al 54%. El Global Attitudes Survey refleja que la percepción sobre la inmigración musulmana es muy negativa en países como Italia o Grecia, aunque menos negativa en general que la que se muestra en los países analizados hacia los romaníes/gitanos.
Otro informe del Pew Research Center realizado entre abril y mayo de 2015 apunta que el miedo al extremismo ha ascendido en Europa occidental desde 2011: un 38% en Francia, un 29% en España, un 21% en Reino Unido y un 20% en Alemania. Las dos preocupaciones que más se han incrementado desde 2013 en la Unión Europea son migración y terrorismo (Parlametro, octubre de 2015): la primera ha pasado del 14% al 47%; la segunda, del 11% al 26%.
Estas últimas opiniones se pronuncian tras la crisis migratoria y en un año en el que se han producido los graves ataques terroristas de Charlie Hebdo, Túnez o Bangkok. Cuando aumenta el desempleo también sube la preocupación por el paro. Es importante resaltar que las encuestas existentes muestran temores que se dan en paralelo, sin relación directa inmigración islámica-terrorismo. A veces son declaraciones políticas o titulares de prensa los que los correlacionan: “Todos los terroristas son básicamente inmigrantes. La cuestión es cuándo migraron a la UE”, le dijo en noviembre de 2015 el primer ministro de Hungría, Víktor Orban, a la publicación Politico.com. Anna Järvinen ha observado que entre 2013 y 2014 la imagen que el periódico finlandés Helsingin Sanomat dio de los inmigrantes, refugiados y buscadores de asilo se basaba en el riesgo que suponían para la seguridad más que en la dimensión humanitaria de su situación. “La falta de relatos individuales de los inmigrantes y refugiados los convierte en una masa anónima”, dice la autora. De nuevo “el otro”.
El proceso de llegada de los refugiados a los Balcanes ha sido caótico, algo que llevó a las propias ONG a solicitar el establecimiento de rutas controladas casi desde el inicio de la crisis. Afirmar sin género de duda que entre las personas que han cruzado el Egeo no hay ningún terrorista es imposible. Sin embargo, como algún internauta comentaba tras los atentados de París, si se descubriera que uno de los terroristas ha entrado como turista nadie pediría prohibir el turismo. El motivo es que con los turistas no se dan esos estereotipos previos. Mientras no existe correlación numérica entre las dos actividades (migrar y sembrar el terror) y ni siquiera encuesta científica que refleje que la gente lo considera así, sí hay investigaciones que muestran cómo al albur de esta idea se han impuesto desde el 11-S en Occidente medidas más restrictivas para los refugiados (María Soledad Saux, 2007, y Juliet Stumpf, 2006).
Ya en la década de los noventa, investigadores de la Escuela de Copenhague (Barry Buzan, Ole Waever, Jaap de Wilde) enunciaron la teoría de la “segurización” (securitization theory), según la cual la agenda política clasificaba cada vez más cuestiones como problemas de seguridad para justificar la toma de decisiones extraordinarias. El profesor Jef Huysmans hablaba entonces de la migración como los asuntos que se estaban “segurizando”.
Cuando presenté en 1997 una pequeña tesina en la Universidad Libre de Bruselas (VUB) analizando esta tendencia a describir bajo el prisma de la seguridad los procesos migratorios del Mediterráneo, no podía imaginar que casi 20 años después el debate estaría aún más abierto.

Es la economía
En realidad, parece que el mundo no quiere menos inmigración. El estudio How the World Views Migration (OIM/Gallup, 184.000 adultos encuestados en 140 Estados entre 2012 y 2014) refleja que hay más personas en el planeta a favor de este fenómeno que en contra: solo un 34% desea que se reduzca la inmigración en su país. Pero una excepción es Europa y más concretamente los países del Mediterráneo. Grecia es el Estado más partidario de todos de rebajar el número de inmigrantes (84%). En Malta opina así el 76%, en Italia el 67%, en España el 56%. En Francia la opinión pública se divide en partes casi iguales. En Reino Unido, un 69% quiere un descenso. La tendencia se repite en casi todas las encuestas: los países más afectados por el fenómeno suelen ser menos comprensivos con el mismo.
Es en el plano micro, local, donde la inmigración afronta desafíos más tangibles y puede medirse mejor la tolerancia de la población al “otro”. En las vivencias diarias, esta tolerancia podría estar más ligada a la economía que a la seguridad, ya que problemas económicos como el desempleo afectan directamente a mayor número de personas, y por periodos más prolongados de tiempo, que los atentados terroristas. En el Parlametro citado, la primera preocupación de los europeos sigue siendo el paro.
En los años cincuenta y sesenta, los inmigrantes eran personas invitadas por Estados como Alemania que acudían por los puestos de trabajo. A partir de la década de los setenta, el marco económico europeo se resintió y la idea derivó a un “los inmigrantes nos quitan los puestos de trabajo”. Esta creencia es aún visible en los sondeos, así como la de que los inmigrantes y refugiados suponen un gasto excesivo para los Estados por las atenciones que requieren en sanidad, educación y vivienda.
En el informe de la German Marshall Fund, más de dos tercios de los europeos opinaban que el trabajo era el primero o segundo motivo para inmigrar al continente. En tercer puesto aparecía la búsqueda de “beneficios sociales”. El texto refleja que en general los países de la UE estaban en desacuerdo con la idea de que los desplazados quitasen puestos de trabajo a los locales. Sin embargo, apuntaba que en los hogares empobrecidos durante los 12 meses precedentes subía del 32% al 39% el porcentaje de quienes sí les veían como competidores laborales. Las encuestas de la German Marshall Fund se realizaron en 2013. En la primavera de 2014, el estudio mencionado del Pew Research Center mostraba que en Grecia e Italia los inmigrantes sí eran percibidos en su mayoría como personas que quitaban trabajo a los locales y suponían una carga para la Seguridad Social, aunque en países como Alemania estaba más extendida la visualización de su trabajo y su talento como factores positivos.
Un estudio realizado en septiembre de 2015 por el movimiento Adopt a Revolution muestra que solo el 8% de los refugiados sirios llegados a Europa en la crisis de los Balcanes desea quedarse en territorio UE; el resto prefieren volver a su tierra. Un 13% afirma haberse desplazado por razones económicas, pero a casi un 69% le ha movido el riesgo para su propia vida.
Conviene recordar hoy lo mucho que se escribió sobre inmigrantes empobrecidos que asaltarían la UE tras su ampliación a ocho países del Este, Chipre y Malta en 2004. Aquella avalancha no sucedió, pero la idea de que los desplazados se apropian de recursos ajenos reaparece en conversaciones y debates, y es difícil que se perdone a los refugiados un dispendio sin justificación. En los meses de agosto y septiembre de 2015 se criticó que quienes hacían la ruta de los Balcanes portaban teléfonos móviles de gama alta. Eran instrumento esencial para consultar coordenadas de las rutas, comprobar predicciones meteorológicas, enviar mensajes a familiares o recibir las advertencias sobre traficantes que se publicaban en las redes sociales. Según el Financial Times, un cargador solar se convirtió en la donación más solicitada entre quienes pernoctaban en la estación húngara de Keleti en Budapest.
Entidades humanitarias e instituciones políticas se esfuerzan por contradecir los argumentos sobre la inconveniencia económica de los inmigrantes o por ofrecer compensaciones que les permitan hacerse con el favor de los más reacios. La Comisión Europea prevé que de 2015 a 2017 lleguen a la UE hasta tres millones de desplazados más (principalmente refugiados). Pese a los gastos que les acompañan, subraya que podrían generar un crecimiento neto de entre el 0,2% y el 0,3% del PIB (y hasta del 0,5% en Suecia) y destaca su potencial como mano de obra. También ha sugerido que tendría en cuenta el esfuerzo de acogida de los países a la hora de evaluar su desempeño con relación al Pacto de Estabilidad y Crecimiento (que impone entre otras condiciones un 3% de PIB como déficit máximo). Naciones Unidas ha creado UNHCR Innovation, una unidad que pone en marcha proyectos innovadores de refugiados y descendientes de refugiados. El objetivo es demostrar que, pese a las dificultades, este colectivo lleva al límite lo que la mayoría de la gente reconoce como un espíritu emprendedor. Uno de los ejemplos más citados estos días en las redes sociales es Steve Jobs, hijo de un sirio y fundador de Apple.
Casi nadie duda de la importancia de la seguridad. Tampoco de la de los balances económicos. Pero con el fenómeno migratorio al rojo vivo, y probablemente en el futuro, será necesario extremar la precaución al informar o hacer declaraciones políticas sobre los refugiados. Nada debería agitar de manera artificial los temores que apuntan los sondeos. Porque no hace falta consultar ninguna encuesta, bastan las redes sociales para comprobar que la barbarie es un animal dormido que tarda poco en despertar. “Han interceptado un camión en una autopista con al menos 50 gramos de carne siria echada a perder”, decía un usuario occidental en Facebook. Finalmente fueron 71, y no 50, los cadáveres de refugiados que la policía encontró. Se asfixiaron dentro de un vehículo candado, abandonados por los traficantes en una carretera de Austria.



COMPRENSIÓN LECTORA

¿Cuál es el principal problema que se intenta analizar en el texto?

¿Cuál es la intención del autor cuando introduce en el quinto párrafo la expresión entre comillas “La inmigración conlleva crimen; el crimen de los inmigrantes musulmanes puede ser el terrorismo”?

¿Qué argumentos presenta el autor en contra de la opinión de quienes creen que los inmigrantes representan un riesgo para la seguridad de los países receptores?

EL ESTUDIANTE APORTA

¿Qué características en común tienen los países europeos donde las personas, en mayor porcentaje (según el estudio How the World Views Migration), consideran que la inmigración debe reducirse?

Explique con sus palabras la posición del Académico Edward Said frente al problema del extremismo islámico y los prejuicios que por ello se crean hacia los inmigrantes



Comentarios

Entradas más populares de este blog

GUÍA 3 REVOLUCIÓN AGRÍCOLA NEOLÍTICO